Se acaba el año y estoy haciendo balance de los objetivos conseguidos. ¿Te has parado tú a revisar qué distancia hay entre lo que querías y lo que tienes ahora?
Aunque pueda parecer una obviedad, hacer balance de cómo nos ha ido el año no es una práctica habitual entre emprendedores, profesionales o pequeños empresarios. Y no me refiero solo a comprobar la cifra total de facturación y, con suerte, la cifra de beneficio neto.
Me estoy refiriendo a un verdadero análisis de los objetivos que trazaste en enero, cuando te prometiste “vida nueva” y grandes logros… Incluso si no lo pusiste por escrito, como un verdadero ejercicio de compromiso personal.
Porque las palabras nombran las cosas y las hacen más reales, las concretan y les dan forma. Es mucho más concreto escribir en un papel “Voy a conseguir 3 nuevos clientes cada mes” que pensar en abstracto “quiero aumentar mi facturación”.
Yo confieso que durante años, no puse mis objetivos por escrito.
Así como suena. Aunque sea una confesión poco prudente e incluso políticamente incorrecta, no voy a mentir. Hasta enero de 2010 jamás había puesto mis objetivos por escrito.
Trabajaba en los objetivos de mis clientes, les decía que debíamos concretarlos para poder trazar un camino eficiente hasta ellos. Y veía, año tras año, lo bien que funcionaba el sistema.
Pero como las horas no me daban para más, mi propia empresa se quedaba al final de la cola y acababa invirtiendo todas mis energías en los proyectos de los demás y confiaba en mi experiencia como guía y faro para mi negocio.
También diré que no me fue mal… Pero el pasado enero, me di un ultimátum a mi misma. Básicamente me dije que yo también estaba “en la fila de mis prioridades” y que debía tratarme con el mismo cariño y respeto que a los demás.
Tengo que reconocer (¡como ya sabía!) que la diferencia entre comprometerse ante un papel o simplemente pensar, ¡ha sido increible!
Esto es lo que me aportó el hecho de concretar mis objetivos.
Lo que yo hacía a principios de año era dedicar algunos “ratos perdidos” a reflexionar sobre qué quería conseguir: lo hacía mientras conducía, mientras cocinaba o cuando no podía conciliar el sueño.
Pero con este sistema, tus pensamientos se quedan en un nivel muy básico de profundidad, no concretas ni estableces indicadores para medir si realmente has alcanzado tus objetivos.
En cambio, el hecho de enfrentarme al papel me aportó grandes cosas que me han ayudado a lo largo de todo el año:
- expresar con palabras mis retos, me obligaron a mejorar mi foco empresarial. Tuve claro hacia dónde iba, con qué instrumentos y por qué lo hacía (y, sinceramente, aquí se impuso mi “yo personal” para darle caña al “yo profesional”)
- al conseguir un nivel de concreción mucho mayor, yo misma pude corregir y valorar mis objetivos e incluso detectar si existía alguna contradicción entre ellos
- al tener todas las piezas delante, pude establecer una secuencia de prioridades que me ayudó a trazar la ruta adecuada
Yo confieso que también, por fin, construí mi propio Plan de Acción
Otra vez aquello de que “en casa del herrero, cuchillo de palo”. Si no ponía por escrito mis objetivos, tampoco me entretenía en construir un Plan de Acción anual porque estaba convencida que la simple dinámica diaria con mis clientes, para los que construía uno tras otro Plan, ya era suficiente para que tuviese en mi cabeza qué debía hacer yo.
Pero como ya me había lanzado con mis objetivos, uno de los retos clave que quedaron por escrito fue precisamente: “Optimizar mis propios recursos”, así que no quedaba otra que ponerme manos a la obra con mi Plan de Acción.
Así que me centré en los mismos parámetros clave que trabajo con mis clientes:
- mis productos y/o servicios
- los precios que iba a marcar
- cómo iba a “servirlos” (distribuirlos o ejecutarlos)
- cómo iba a darles visibilidad
Porque los objetivos que marqué, suponían una auténtica revolución en mi empresa: desde el rediseño de mi propio catálogo de servicios (yo sentía que era demasiado amplio y vampirizaba demasiado mi energía) hasta el modelo de ejecución (que básicamente era presencial y que me dificultaba mucho el poder romper barreras geográficas).
El reto adicional era dar buena visibilidad a todos los cambios que pensaba hacer, para que los entendiesen mis clientes “de toda la vida” (con algunos llevo más de 10 años) y para que llegasen también a nuevos clientes.
Te explico de qué me ha servido saber por dónde piso
Lo siento, pero deja que me sonría de satisfacción. Tantos años creyendo que solo por ayudar a otros a caminar, yo lo estaba haciendo bien, y me doy de bruces cuando compruebo cómo ha aumentado la eficacia y la eficiencia de todo lo que hago ahora.
Si antes trabajaba “como en una nube”, siempre a salto de mata, este año he podido planificar los esfuerzos y por lo tanto prever los recursos que necesitaba. ¿Sabes cuánto tiempo, e incluso dinero, me he ahorrado? Mucho…
Por primera vez, tenía un calendario concreto para mis acciones comerciales: cuándo hacer cada cosa y cómo hacerla. Incluso me ha permitido poder delegar algunas de las tareas que antes realizabasolo yo, justamente porque “las tenía en la cabeza” y perdía más tiempo en explicar lo que quería que en hacerlas yo misma.
Además, tener un Plan de Acción, me ha dado una seguridad increíble en muchos momentos en los que he tenido que tomar decisiones. Sobre todo para decir NO y mantenerme fiel a mi foco de negocio. Es decir, me ha permitido no perder el rumbo.
Yo confieso que ha valido la pena, aunque no siempre fue fácil…
Revisar y redefinir productos/servicios no es una tarea tan fácil como puede parecer. Porque a menudo la propia inercia de tu negocio, puede coartar tu verdadera libertad y creatividad e impedir que renueves realmente tus propuestas.
En mi caso los cambios eran grandes y conseguí ser valiente para tachar todo lo que ya me cansaba y había dejado de aportarme placer profesional: incluso aunque fuese rentable, porque mi prioridad era alinear mejor la empresa con mi vida. Pero no vayas a creer que fue fácil: estuve dando muchas vueltas hasta decidirme a eliminar el 80% de las variaciones de mis servicios.
Pero por experiencia sé que muchas veces hace falta una visión externa que resulte objetiva y un empujón, con la seguridad de estar conectando bien la oferta con la demanda (tu cliente ideal) a través de una buena y potente Propuesta de Valor.
Si este es tu caso, mi mejor consejo es que te dejes aconsejar por alguien de tu confianza y con experiencia probada en marketing (ah: y que además entienda de números, para no lanzarse al vacío sin red).
Por último, le tocó el turno al calendario de marketing: la herramienta mágica de la que me he enamorado y a la que he jurado amor eterno. Decidir cuándo quiero que pasen las cosas y cómo voy a provocarlas…
Había hecho este ejercicio una y otra vez antes, para otros. Y cuando mi propio calendario de marketing ha tomado forma para mi, ha sido revelador, excitante y la mejor medicina para que mi compromiso personal con mi empresa se haya mantenido a lo largo de todo el año.
Ahora te toca a ti. Deberías hacer (y responder) a esas simples preguntas:
¿Sueles poner tus objetivos por escrito? ¿Cuál a sido tu principal logro este año? ¿Qué objetivo se te ha resistido? ¿En qué crees que has fallado?