Por qué y cómo empezar a trabajar tu Propuesta de Valor

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Ya me lo dijo mi padre… “el trabajo ideal no existe, vas a tener que inventártelo”. Me estaba hablando de Propuesta de Valor y no sabía entenderle.

Ni siquiera puedo acordarme de cuándo me lo dijo por primera vez, pero si que puedo asegurar que me lo dijo unas cuantas. “El trabajo ideal para ti no está ahí fuera esperando, en forma de anuncio en el periódico… Vas a tener que crearlo tú misma”.

Durante años yo no hice caso a mi padre, porque no sabía de qué me estaba hablando. En primer lugar, porque cuando era pequeña yo no quería un trabajo: ¡yo quería jugar! Y después, más tarde, porque solo quería “un” trabajo, el que fuese, para ser independiente, pagar mis gastos y vivir mi vida. Ha sido después, justamente viviendo mi vida, que todo empezó a cobrar sentido.

Mi padre me hablaba de ser cómo feliz, de conectar lo que soy con lo que hago. Me estaba invitando a rentabilizar mis intereses y mis habilidades… Sin saberlo me estaba conduciendo hacia la gestión del talento, para poder identificar ese “trabajo ideal” y crearlo si me hacía falta.

¿Tú eres una de las afortunadas que han sabido crear su trabajo ideal? ¿O eres una de las inconformistas que lo está buscándolo?

 

¿Cómo empezar a buscar tu “trabajo ideal”?

En la mayoría de los casos, el proceso de búsqueda comienza con una “crisis” que debemos resolver: o bien te has quedado sin trabajo, o tu situación laboral es inestable, o hay algo en tu vida que requiere atención… A veces, las menos, la reflexión profunda empieza porque si, como búsqueda introspectiva sin que nos mueva ningún problema concreto.

En mi caso, ya hace más de 10 años que decidí crear el trabajo de mi vida. Y aunque ha habido momentos de todo tipo, creo que ha sido una de las mejores decisiones que podía tomar.

Pero lo más curioso es que aún haciendo lo que quiero, nunca he dejado de buscar y reinventar para seguir alineando lo que me gusta con lo que hago.

Con el tiempo, he podido etiquetar esta manía mía de no conformarme con el menú que me toca: se llama gestión del cambio, y también innovación.

 

Enfocarse a la innovación y al cambio.

Yo creía que esto de innovar era algo más sofisticado, relacionado con la investigación y sobre todo con muchas personas detrás y un buen capital respaldándolo. Pero esto es solo una parte.

La innovación está en el corazón y en alma de los emprendedores y las empresas que no se conforman, que tienen instinto de supervivencia y que son luchadores.

Porque la fortaleza de tu marca está en seguir siendo diferente, en seguir aportando valor a tu cliente, en ofrecerle más soluciones, etc.

Es decir, que tu máxima fortaleza es no temer al cambio, no conformarte y revisar continuamente quién eres (como persona y como marca) y para quién existes …

Por eso, creo que no hay que sentir miedo ante el cambio.

Al contrario, te invito a incorporarlo como una estrategia para tu supervivencia empresarial y personal.

Porque revisando continuamente quién eres y qué haces, estarás en la mejor posición para actualizar tu propuesta de valor, que en definitiva es la que te hace diferenciarte de tu competencia, la que te hace conectar con tu cliente y la que, en última instancia, te procura ventas. ¡Estarás en el buen camino para encontrar tu Océano Azul!

 

Aportar VALOR REAL es el único camino.

Cada año, yo misma hago una revisión y un análisis de mi propuesta de valor, y tengo que decir que ha sido gracias a esta práctica que he podido anticiparme a muchas de las cosas que han pasado en los últimos años e ir adaptando tanto mis servicios como mi propia estructura.

Dedica 15 minutos de tu tiempo a reflexionar sobre qué aportas a tu cliente. Es decir, qué te compra (y no qué le vendes…)

Porque tienes que entender que NO es importante ni qué haces ni cómo lo haces: a tu cliente le tiene sin cuidado si fabricas calcetines de algodón o eres un abogado que estudias a fondo el caso de tu cliente y le prometes el máximo rigor en tu trabajo… Si acaso, tu cliente (¡una persona!) necesita sentir confort en sus pies para que el sudor deje de ser un problema o luchar por la justicia que se merece en su vida.

¿Puedes captar la diferencia?

Tu cliente no compra calcetines (tu producto) sino confort para sus pies (solución su problema). Tampoco compra tu rigor profesional (tu servicio) sino un mundo más justo para él (su problema y su necesidad). Es decir, no debes confundir lo que haces con para qué lo haces.

En realidad, todo tu negocio se estructura alrededor de este propósito (para qué trabajas) ya que es la propuesta de valor con la que vas a enamorar a tus clientes, con la que vas a diferenciarte de la competencia, la que va a dar una personalidad única a tu marca…

Ten claro que encontrar la respuesta a qué te compra tu cliente (y no qué le vendo) te dará más claridad y entenderás cómo estás enfocando actualmente tu negocio, y te ayudará a tomar decisiones importantes.

Porque al final, un inconformista como tú que busca su “trabajo ideal”, solo está intentando alinear su propio talento (aquello que te llena y te hace feliz) con su modus vivendi (lo que te proporciona ingresos suficientes para vivir como deseas).

 

Mini propuesta para empezar

Aunque el ejercicio completo es mucho más complejo y requiere tiempo y cierta experiencia, te propongo que empieces a revisar cómo se alinean tu talento, tu marca y tu cliente ideal en tu negocio.

  1. ¿Cuál es el tu producto o servicio favorito, de tu negocio? ¿Por qué?
  2. Enumera las 3 soluciones o ventajas que crees que aporta. Es decir; cómo ayuda a las personas que los compran.
  3. ¿Cuál crees que es el producto o servicio por el que te conocen los demás? ¿Qué crees que transmite sobre tu negocio?
  4. Enumera las 3 soluciones o ventajas que aporta
  5. Redacta un breve retrato robot de tu cliente ideal: cómo es, qué necesita, cuáles son sus problemas, qué valora…
  6. Enumera las 3 dificultades más importantes con que se encuentra tu cliente ideal

Las 2 primeras preguntas, se relacionan con tu talento, las preguntas 3 y 4 con tu marca y las preguntas 5 y 6 con tu cliente.

Ahora revisa si las respuestas son concordantes (es decir, tienen puntos de coincidencia) para comprobar si realmente estás usando tu talento para ofrecer algo de valor a los demás. Si la respuesta es positiva, estás en el buen camino.

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